El síndrome de la cabaña o por qué crees que estás mejor en casa
Seguro que tras la cuarentena has escuchado esa expresión en muchos sitios: el síndrome de la cabaña.
En el confinamiento hemos estado una buena cantidad de tiempo dentro de nuestra casa, y todos hemos tenido nuestros más y nuestros menos. Ya hubiéramos estado solos, con la familia, con nuestra pareja… han sido momentos extraños y mucha gente ha presentado malestar psicológico.
No obstante, ahora, en la nueva normalidad, mucha gente sigue con reparo a salir de casa. No ya por el reparo a coger el virus, ni por el calor de salir con la mascarilla en verano. Se trata de algo que viene de antes, el conocido como síndrome de la cabaña, y es más habitual de lo que crees.
Qué es el síndrome de la cabaña: «¡Para qué quiero salir yo a la calle!»
Origen de este trastorno emocional
En los Estados Unidos del siglo XIX, el país estaba en plena expansión hacia el oeste. Aunque las películas de vaqueros indiquen los contrario, el medio oeste estadounidense es un lugar donde los inviernos son realmente crudos.
Allí, los colonos tenían que hacer frente, en mitad del bosque como quien dice, a un clima realmente hostil, por lo que apenas salían de sus cabañas. ¡Y encima sin tener Internet, los pobres!
Por aquel entonces, se empezó a diagnosticar como cabin fever, la fiebre de no querer salir de casa. Los colonos, cazadores, etc. presentaban muchos episodios de ansiedad cada vez que ponían un pie fuera de casa. El motivo: la sensación de no estar a salvo en el exterior.
Cómo se desarrolla
Su desarrollo, evidentemente, implica la estancia en interior durante un largo período de tiempo. En estos primeros compases de nueva normalidad, aunque algunos ya hagan vida normal, mucha gente solo sale a la calle para hacer lo básico. Ir a comprar, realizar alguna gestión…
No es para menos, ya que día a día están saliendo algunos rebrotes en zonas de España y hay personas que no terminan de entender demasiado bien lo de la distancia social. La seguridad y la precaución deben estar ahí, ya que hay un riesgo real.
A pesar de esto, en algunas personas se desarrolla un cuadro de ansiedad, hipocondría, depresión… ya que, por su forma de ser o por circunstancias personales, tiendan a esos trastornos.
Es aquí donde entra en juego el síndrome de la cabaña: nos sentimos seguros en el entorno que podemos controlar. Es decir, nuestro propio hogar.
Por tanto, personas que tiendan a este síndrome procurarán quedarse en casa a no ser que sea necesario, y en el momento de salir estarán bastante preocupadas por lo que acontezca a su alrededor.
Qué síndrome de la cabaña: síntomas
Como ya hemos explicado a lo largo del texto, este trastorno presenta varios síntomas relacionados con problemas emocionales. Algunos a tener en cuenta son:
- Miedo a salir: El más obvio. Bien sea de forma clara o de manera evitativa, las personas con el síndrome pondrán reparos a la hora de salir a la calle.
- Ausencia de motivación: Actividades de exterior que antes nos gustaban (salir a pasear, ir de compras…) ahora son menos apetecibles.
- Deterioro cognitivo: Falta de concentración y atención, entre otros problemas.
- Malas sensaciones a nivel emocional: Sensación de ansiedad, enjaulamiento, nerviosismo, indicios de depresión…
- Trastornos del sueño: Alteraciones a la hora de dormir, por lo que podremos sentirnos más cansados y con desgana.
Los síntomas del síndrome de la cabaña son más acusados y frecuentes, por lo general, en personas que vivan solar y/o no tengan acceso a comunicaciones frecuentes de forma telemática (Internet, teléfono…). Por tanto, suele darse más en personas mayores.
Qué hacer para afrontar el síndrome de la cabaña
Hay algunas cosas que podemos hacer para plantar cara a este síndrome de aislamiento en casa. Vamos con algunas de ellas:
- Fijar una rutina: Tener marcado lo que planeamos hacer en el día nos puede ayudar. El objetivo es evitar largos períodos de inactividad, que fomentará el aburrimiento, la desgana y desajustes en el sueño.
- Mantener acercamiento social: Videollamadas, mensajería, salir un rato al bar de la esquina… pasa un buen rato con los tuyos, aunque al principio sea a distancia.
- Haz ejercicio: Está comprobado que el ejercicio físico ayuda a estabilizarnos emocionalmente. Además, si lo haces en la calle, ya estarás matando dos párajos de un tiro.
- Expresa cómo te sientes: Busca una forma de contar cómo estás a tus allegados. Todos hemos estado en la misma situación de aislamiento, y no es raro presentar algún malestar psicológico.
- Busca ayuda profesional: Un psicólogo puede ayudarte. Si ves que te cuesta dar el paso por ti mismo, en Atlas Psicólogos estaremos encantados de ayudarte con nuestras sesiones de terapia online.
Recuerda que la cuarentena ha sido algo tan inesperado como inédito para todos nosotros. No hemos vivido nada parecido nunca, y a todos nos ha marcado de alguna u otra forma.
Por eso mismo, no debes tener miedo a expresar cómo te sientes y qué sensaciones te han dejado el aislamiento. Y si necesitas apoyo… ¡pídelo!