Ataques de ira en adultos: de dónde surgen y cómo controlarlos
Los ataques de ira existen. Los pueden sufrir jóvenes y adultos. Pero, ¿alguna vez te has preguntado por qué ocurren, de dónde provienen y cómo controlarlos? Si los sufres y/o sientes curiosidad, que sepas que nuestro equipo de psicólogos puede ayudarte. Vemos en qué consisten.
Ataques de ira en adultos: cómo surgen y cómo se controlan
A los seres humanos nos pueden las emociones. Es por ello, que tendemos a tener momentos de emociones muy positivas pero también muy negativas, de pasar de comernos el mundo a hundirnos en el pozo más hondo. Pero, ¿por qué nos cuesta tanto permanecer estables y se desata la ira?
La vida, es un sinfín de momentos bonitos pero también de preocupaciones y de problemas. Vivimos todo tipo de sentimientos diferentes e incluso enfrentados, lo que hace que haya días que tengamos ganas de tirar la toalla y de que ya no pongamos más. Precisamente, porque somos humanos, porque sentimos y nos duelen las cosas malas que nos pasan.
Es normal enfadarse. De hecho, enfadarse y que algo nos haga reaccionar de una manera o de otra, quiere decir que estamos vivos, que somos seres humanos y no máquinas. Claro que, hay reacciones normales y las hay peligrosas. Es aquí donde es importante que nos paremos y hablemos de la ira.
Si se produce un enfado de manera incontrolada y con mucha frecuencia, es un claro ataque de ida. Cuando sucede, la persona está descontrolada y fuera de sí, hasta el punto de que todo le da igual y no tiene filtros ni límites. Esto no es sano y, desde luego, es peligroso. Tiene graves consecuencias para sí mismo y para su entorno y se debe tratar cuanto antes.
¿Cómo identificar un ataque de ira?
Más o menos ya te dimos un adelanto de lo que es la ira y cómo actúa una persona de ira. Sin embargo, para entrar más en detalle, debes saber que estamos ante episodios en los que una persona reacciona de repente y con violencia a algo. Puede ser una situación que no le gusta o una injusticia. Sin embargo, no es un enfado normal.
Se reacciona de una forma exagerada y la persona pasa a estar fuera de sí. Se puede perder el control, lanzar objetos, gritar y hacer daño. La gravedad del asunto y lo lejos que se llegue, es lo que determina el grado de ira, porque puede ser pequeña y relativamente controlada o totalmente descontrolada.
Lo peor del ataque de ira, es que se puede contagiar. Una persona que sufre de ira y vive en un entorno dañino, pueden retroalimentarse y hacer que las personas también se contagien de ese ataque de ira. Eso puede desencadenar en unas consecuencias fatales: peleas domésticas, discusiones fuertes, etc.
Otro dato importante, es que este tipo de personas que sufren de problemas de ira, se tienden a arrepentir de lo que han hecho después de que ocurra. Es algo que mantienen en común, se arrepienten.
¿Por qué surge realmente? Causas de los ataques de ira
¿El ataque de ira surge por culpa de la persona en sí? Lo cierto, es que hay situaciones que pueden desencadenar en un ataque de ira. De hecho, hay situaciones y situaciones.
Puede deberse a problemas en casa, en el trabajo, enfermedades, etc. De hecho, hay trastornos que pueden generar ataques de ira. Entre ellos, tenemos la depresión, el trastorno bipolar, el alzheimer, el alcoholismo… Además de otras como la hepatitis, epilepsia, hormonas, cirrosis, diabetes o incluso se abusa de ciertas sustancias o medicamentos como benzodiacepinas, esteroides, etc.
Evidentemente, nada puede justificar las agresiones o la violencia que una persona ejerce fruto de un ataque de ira, pero puede que esté enferma y no lo pueda controlar.
Por eso, si estos ataques existen y son frecuentes, es importante ponerse en manos de un profesional de la psicología cuanto antes, dado que las consecuencias pueden ser fatales. Se puede acabar hiriendo a un ser querido o perdiéndolo todo fruto de no poder controlar la ira.
Cómo se tratan los ataques de ira
Hay técnicas para controlar los enfados y que pueden ser válidas en los casos en los que se sufren ataques de ira.
Una de ellas, pasa por hablar y expresar las emociones. Si se habla y se va sacando todo lo “malo” hacia afuera, será más fácil que la ira no se apodere de nosotros. Normalmente, se explota por el acumulo, y hay que evitar que sea eso lo que nos ocurra.
También es importante ser consciente de las consecuencias, de lo que implican y de cómo terminan siempre: mal. Sé consciente de esas consecuencias y evita volver a pasar por eso, porque pueden llegar a hacer mucho daño o ser irreversibles.
Pero la mejor manera de tratar los ataques de ira, es con ayuda profesional. Un psicólogo puede ayudarte a reducirlos, mitigarlos o incluso que desaparezcan. Aunque, como te contamos, pueden estar asociados a ciertas enfermedades, por lo que podría ser necesario un chequeo médico para ver que todo va bien.